Bulgari – Un vino con mucha etiqueta
Giovanni Bulgari, bisnieto hippy del fundador, es el impulsor de una bodega que, con parámetros ecológicos, produce 130.000 botellas al año de tres vinos que cosechan buenas críticas. Visitamos su refugio campestre en el corazón de la Toscana para descubrir cómo se elaboran unos tintos con sello de lujo pero precios asequibles.
BULGARI – UN VINO CON MUCHA ETIQUETA
GIOVANNI BULGARI, BISNIETO HIPPY DEL FUNDADOR, ES EL IMPULSOR DE UNA BODEGA QUE, CON PARÁMETROS ECOLÓGICOS, PRODUCE 130.000 BOTELLAS AL AÑO DE TRES VINOS QUE COSECHAN BUENAS CRÍTICAS. VISITAMOS SU REFUGIO CAMPESTRE EN EL CORAZÓN DE LA TOSCANA PARA DESCUBRIR CÓMO SE ELABORAN UNOS TINTOS CON SELLO DE LUJO PERO PRECIOS ASEQUIBLES.
El ansia de modernidad y de aventuras hizo que a finales del siglo XIX un orfebre griego llamado Sotirio Bulgari decidiera abandonar el pequeño pueblo de Kalarites en el que vivía y se trasladara a Italia. Recaló primero en Nápoles, donde gracias a la magnífica factura de sus piezas enseguida se abrió camino. Pero un robo que sufrió en su taller le impulsó a hacer las maletas de nuevo y a trasladarse a Roma, donde en 1884 abrió en la muy céntrica Via Condotti una joyería que pronto se haría famosa. Era el principio de una de las más prestigiosas dinastías de alta joyería y lujo del mundo.
Pero hoy los Bulgari están haciendo un poco el viaje contrario: el viaje a la tierra, al pueblo, a lo rural. En 2011 vendieron la firma familiar al emporio francés del lujo LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton. Y ahora se están reinventando como productores de vino, poniendo en ello la misma pasión y atención por los detalles que siempre han demostrado como joyeros. La aventura comenzó en 2004 cuando el nieto de Sotirio, Paolo Bulgari, que sigue ostentando el cargo de presidente del grupo Bulgari, encontró una vieja viña abandonada de 20 hectáreas cerca de San Casciano dei Bagni, un pueblo en el sur de la Toscana, en la parte más agreste y desconocida de esa región famosa en el mundo entero por sus tintos. Habló con Giovanni, su hijo, quien durante siete años ha sido el responsable de comprar las piedras preciosas de Bulgari dedicándose para ello a viajar por el mundo en busca de los mejores ejemplares, la base del trabajo de un orfebre.
Giovanni siempre ha sido un apasionado del campo, de la naturaleza. “No me lo pensé dos veces. Y aunque no era muy consciente de dónde me estaba metiendo, me lancé a la aventura”, cuenta a MAGAZINE.
Entre los dos compraron la viña Podernuovo a Palazzone y decidieron que Giovanni se encargaría de supervisar los trabajos para producir el vino.
Plantaron las cepas en 2006 y tres años después, en 2009, obtuvieron sus primeras 80.000 botellas de los tres únicos vinos que producen, tres tintos muy armoniosos: Therra, Argirio y Sotirio (este último así bautizado en homenaje al fundador de Bulgari). Therra es una mezcla de sangiovese (un tipo de uva tradicional de la Toscana), cabernet sauvignon, merlot y montepulciano; Argirio es un cabernet franc, y Sotirio es 100% sangiovese. Todos tienen precios bastante contenidos (entre 12 y 20 euros en bodega) y han cosechado muy buenas críticas en las principales guías de vinos de EEUU. Este año han alcanzado una producción de 130.000 botellas, que toman cuerpo en la bodega planteada por el arquitecto Massimo Alvisi. El edificio, gracias a su diseño geotérmico, permite ahorrar el 60% de energía.
Giovanni Bulgari tiene 38 años, es padre de dos niños, vive a caballo entre Roma y Podernuovo, en general es bastante reservado (se nota que los periodistas no son sus profesionales preferidos) y tan exquisitamente educado que se diría que le cuesta cargar con el peso de un apellido tan ilustre como el suyo. De hecho, el nombre Bulgari aparece en la etiqueta de los vinos reducido a su mínima expresión, pero el espíritu de la famosa casa de joyería está ahí, embotellado. “Aunque el nuestro es un nombre famoso, es necesario hacer un buen vino para tener éxito”, asegura. “Yo quería crear vinos elegantes que respeten la diversidad de su carácter. Su denominador común es la elegancia, su armonía y su respeto de la tierra. Cada viña y cada tierra tienen necesidades específicas que hay que saber interpretar y respetar”, destaca.
Bulgari es una firma que se distingue por su obsesión por los detalles. “Son los que te permiten crear un objeto absolutamente especial. La suma de los detalles es loque marca la diferencia, ya que incluso lo que no parece importante puede ser decisivo”, asegura Giovanni. Y esa misma filosofía es la que se aplica en Podernuovo a Palazzone, donde se cuida todo de manera obsesiva: desde el corcho de las botellas a la etiqueta, pasando por las barricas y todo lo demás. “Aunque el trabajo más importante es el que se hace en el campo para traer la uva perfecta”, sentencia.
La casa de Giovanni, una vieja y sólida construcción de piedra, se levanta en medio de los viñedos. “No soy un fanático de lo biológico, no quiero hacer de eso una religión. Pero utilizo el mínimo de productos químicos, vivo en medio de los viñedos y no me quiero envenenar”, tercia. “Igual que uno no toma un antibiótico para un simple resfriado, los productos químicos tampoco se utilizan si no son necesarios. Pero hay veces que lo son”.
En Italia solo se distribuye el 4% de sus vinos. Su mercado más importante, hoy por hoy, es el estadounidense. Aunque también exportan a China, Japón y países europeos como Alemania, Suiza, los nórdicos… “En España aún no vendemos, porque no tenemos distribuidor, pero nos gustaría”, confirma. El sueño de Giovanni Bulgari es lograr que esa finca de 20 hectáreas sea autosuficiente, que logre producir todo lo necesario para vivir: aceite, grano con el que hacer harina y pan, verduras de su propio huerto, leche, quesos… “E intercambiar con los vecinos aquello que no puedo producir”, afirma. Un poco hippy este Bulgari…